¿Qué Ver?  Castillo de Guadalerzas

 

 

Fortaleza cristiana del siglo XII. Perteneció a las Doncellas Nobles.

Al otro lado del Camino Real de Sevilla, tras atravesar los restos de otra fortaleza árabe, presenciamos un soto delicioso y un puente del siglo XII que se eleva sobre el bello río Bracea, que remontamos para acceder al Castillo de Guadalerzas, ocupado sucesivamente por tres órdenes militares, hasta que Felipe II se lo vendió al Colegio de Doncellas Nobles de Toledo.

Situado en el extremo N-E de los Montes de Toledo, próximo ctra. a la N-401, a 18 km de Los Yébenes.

La fortaleza musulmana de Guadalerzas fue una construcción estratégica y defensiva, formada por una muralla perimetral, una torre en cada esquina y un patio de armas en el centro. Fue terminada en 1078 para defender el paso del congosto, desfiladero que comunica los valles del Algodor y del Bracea, con la comarca de Malagón, en época almorávide. Actualmente se conservan escasos restos de la originaria construcción en un pequeño montículo artificial llamado el Cerro de la Horca. Se descubrieron en el siglo XIX al realizarse unas obras con motivo de la construcción, dando cuenta del hallazgo el historiador Amador de los Ríos. Como curiosidad, durante las labores e remoción de la tierra se encontró también un bloque de mármol negro con inscripciones coránicas que decían:

¡En nombre de Alah, el clemente. El misericordioso! Oh vosotros, hombres! ¡Creed en las promesas de Alah, son ciertas! ¡Nos os dejéis pues, seducir por los placeres del mundo!

En el siglo XII se terminó la edificación cristiana, y encontramos una primera mención en un documento del 1178, como hospital Guadalferga, que quizás coincidiera con lo que se conserva hoy del núcleo principal de la torre del homenaje, lo que fue una única torre cuadrangular y aislada, construcción típicamente cristiana.

El castillo de Guadalerzas se convertirá en hospital para las tropas que se desplazan hacia el sur, y alojamiento de todo tipo de viajeros y mercaderes que van de Córdoba a Toledo y viceversa. Pertenecía a la Orden de Calatrava. Los privilegios y derechos del hospital aumentan y reafirman su posición en el siglo XIII. La institución tenía como principales objetivos el de ayudar, proteger, dar refugio, asegurar cobijo y cuidar del necesitado.

El fundamento espiritual era un objetivo básico del hospital medieval. La frontera creo unas necesidades hospitalarias muy características, especialmente en el reino de Toledo, donde se desarrolló durante la época, el hospital del cautivo, dado que ningún pueblo de occidente había sufrido más que el castellano este tipo de apresamiento y el de heridos de guerra. Para ellos se construyeron fortalezas como las cristiana de Guadalerzas.

El elemento indispensable del hospital era la sala, que era en esencia el hospital. Los aislados hacían vida exclusivamente en la estancia habilitada para ellos, aunque estaban separados en función de sus necesidades y afecciones. La omnipresencia del consuelo divino se manifestaba en el altar, orientado hacia los lechos de los enfermos, potenciándose la comunicación directa entre las esferas terrenal y espiritual.

El edificio donde se ubicaba el hospital era básicamente un espacio rectangular dotado de ventanales en los lados o zonas que facilitasen la ventilación y así, con estas dimensiones y espacio, cumplía todas sus funciones bajo solo techo. Esta primitiva unidad es lo que hoy se corresponde con el núcleo principal de la torre del homenaje. Torre rectangular aislada de escasos vanos, y con una altura que oscila en función de la nivelación del suelo entre los 18 y 20 metros y con insuficientes elementos defensivos. El aparejo que predomina es la mampostería, aunque el ladrillo aparece en las zonas más elevadas.

El acceso a las diferentes dependencias de la torre estaría en alto, como es frecuente en las construcciones similares de la época. Los pisos existentes en el interior de la torre nada tienen que ver con el siglo XII, cuando seguramente estuvieran realizados en madera. El arco de medio punto de acceso también es posterior, como las demás ventanas, que por un elevado número son propias del siglo XII. Las originales serían seguramente los dos huecos cegados que hay en el muro oeste del núcleo originario. Es en el siglo XV, cuando se transforma la torre, dividiéndose en estancias y ejecutándose la bóveda de ladrillo de la planta baja y el primer piso, mientras que en el segundo, se pueden apreciar los machones con arcos apuntados. Se convertiría en un pabellón dividido en cinco tramos con arquerías de ladrillo.

El tercer piso tendría tres salas con sus correspondientes bóvedas. En este mismo siglo se procedió al cerramiento amurallado del conjunto, seguramente por una necesidad operativa al aumentar el número de actividades. También se abrió la puerta en recodo dotada de excelentes condiciones defensivas. Los privilegios y derechos del hospital no pararon de aumentar, reflejándose en una serie de concordias a lo largo del siglo XIII que reafirmaban su posición. En el s. XIV el monarca Fernando IV concede al comendador de los calatravos los derechos de montazgo para los ganados trashumantes que transitaban por el puerto de Guadalerzas; Enrique II otorga a la Orden de Calatrava quinientos maravedís sobre las aljamas de los judíos.

En 1572 Felipe II vende el castillo y la dehesa de Guadalerzas al Cardenal Silíceo para que instale allí el Colegio de Doncellas Nobles de Toledo, acondicionando las habitaciones en vivienda, convirtiendo una gran parte de sus dependencias en estancias para el convento.

En el siglo XIX, Don Matías Nieto Serrano, mandó restaurar y acondicionar el castillo entre 1870 y 1872, construyendo almenas, chimeneas y todo lo que fue necesario para reconvertir lo en vivienda.

En la actualidad, con el paso de los años, el castillo se descompone debido al abandono y la soledad. Se trata de un lugar maravilloso y bello, que podría ser origen de un elevado número de proyectos que posibilitasen el renacimiento del conjunto, respetando al máximo su ayer, y facilitando su conservación en un área que en el pasado fue un enclave fundamental para el auxilio y protección de los necesitados. En pro de ello ha surgido una asociación cultural con el nombre del remansado río que precede al castillo: Bracea.

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