Conoce Los Yébenes Asentamientos Prehistóricos
ASENTAMIENTOS PREHISTÓRICOS.
La presencia humana en nuestro territorio, según ciertas hipótesis, podría remontarse a una etapa de transición entre el Neolítico y la Edad de Los Metales, que bien podría ser la Edad de Bronce, específicamente el Bronce I y por tanto, podemos situar a los primeros pobladores, cronológicamente, en la primera mitad del II milenio, período en el que se marca el inicio de la civilización humana.
La edad de hielo ha pasado y las temperaturas se han suavizado. Con este cambio climático se han producido cambios medioambientales en la flora, pinos, avellanos, robles y en la fauna, bóvidos, gamos, jabalíes… El hombre se ha trasladado desde las zonas altas, hacía áreas más cercanas a los valles y llanuras, donde sitúa sus asentamientos eventuales, al aire libre.
Estos primeros pobladores, podemos aventurar igualmente que, vivían de una economía agrícola extensiva y ganadera y podemos pensar también que, realizaran una explotación del metal, en concreto, el hierro.
Los yacimientos arqueológicos conocidos como Montón de Trigo y Las Chorreras, lugar donde podemos encontrar las pinturas rupestres esquemáticas, son la huella palpable de la presencia humana en nuestro lugar.
MONTÓN DE TRIGO.
El recinto arqueológico del Montón de Trigo es un asentamiento primitivo, situado en un cerro que domina el valle y ciertos pasos naturales y que, se llama así precisamente por su morfología. Se trata pues de un poblado rodeado de recia muralla y foso, como sistema defensivo.
El segundo asentamiento es un pequeño recinto o torre, construido con cuarcitas. Ambos se incluyen dentro del denominado Bronce de la Mancha, constituyendo un verdadero enclave estratégico.
No han quedado restos de vivienda, pero podemos aventurar que se distribuían irregularmente protegidos por la muralla.
Nuestro yacimiento de Montón de Trigo es un asentamiento poco investigado y estudiado. No se ha realizado ningún proyecto de excavación, pero todas las noticias que tenemos, se han obtenido gracias a otro yacimiento, situado en el Cerro de la Encantada, en la provincia de Ciudad Real, ya que posee características similares.
LAS CHORRERAS.
El poblado denominado Chorreras II, ubicado en la Serranía de Yébenes, en el punto más occidental, de cuyos restos podemos intuir la presencia de un torreón construido con cuarcitas. Muy cerca de éste, se localizan unos abrigos en la roca, donde se aprecian ciertas representaciones de pintura esquemática.
Al abrigo de unas rocas, en una noche oscura y desapacible, entre 1350 y 1305 A.C., manos humanas se mueven hábilmente para dejar constancia del arte que poseen. La impronta de su cultura y tendencias artísticas es patente, pero además, intentaban dejar un mensaje, para aquellos que vieran o leyeran estas pinturas.
Precisamente son las pinturas rupestres, lo más singular de la prehistoria de Los Yébenes. Los dos abrigos descubiertos hasta la fecha, se localizan en un bellísimo paraje natural formado por grandes farallones de cuarcitas por donde, en los meses de invierno salta el agua en chorreras y cascadas.
El primer abrigo nos muestra un conjunto de barras horizontales y verticales ejecutadas con las yemas de los dedos, las pinturas representarían la evolución de la vida humana desde el nacimiento hasta la muerte.
Las pinturas rupestres de la Chorrera fueron descubiertas por el prestigioso geólogo Carlos León. En 1977, ya ha realizado un estudio preliminar sobre nuestras pinturas y escribe un artículo, donde detalla los resultados de sus estudios, en ponencias internacionales.
Actualmente estas pinturas se engloban dentro de la red de asentamientos humanos del bronce a lo largo de la cordillera Oretana. Ascendiendo hacia la Chorrera y antes de llegar al murallón de cuarzo, nos encontramos a la izquierda con una serie de bloques de piedra de grandes dimensiones, conteniendo uno de ellos, el primer grupo de pinturas. Estas se sitúan dentro de una pequeña oquedad orientada al sur, de fondo liso e inclinado y unas medidas aproximadas de sesenta centímetros de alto, por metro y medio de largo.
Los signos esquemáticos representan una serie de barras, de gran simplicidad, son nueve barras horizontales, diez verticales y algunas manchas de color, siendo de color rojo y su dibujo debieron hacerse con un instrumento blando, quizás con las propias yemas de los dedos. El estado de conservación es bueno y la roca ha absorbido de manera uniforme la pintura.
En el cauce de la Chorrera, se atraviesa el primer murallón, por donde el agua ha roto las cuarcitas y si ascendemos por una breve y muy empinada cuesta, alcanzamos el segundo crestón de cuarzo. A unos sesenta metros del inicio de la Chorrera, hacia la izquierda se abre un amplio abrigo de unos diez metros de ancho por cuatro de alto y cinco de profundidad. En su interior, aprovechando un panel de superficie algo rugosa, se encuentran las pinturas orientadas al sur.
De izquierda a derecha, y de arriba abajo aparecen las figuras:
1.
Representación de figura humana, en la que se marca únicamente los contornos mediante trazos gruesos, dejando sin pintar el interior de la figura. Por su forma, podemos incluirla dentro de las representaciones de doble triángulo. El estilo y ejecución es bastante original y destaca en esta figura un trazo grueso que partiendo del hombro derecho corre paralelo al brazo hasta unirse con él, antes de llegar al vértice y otro trazo de igual grosor, difuminado, que une el brazo izquierdo con la perna del mismo lado. La cabeza tiene forma triangular con los ángulos redondeados. El color rojo oscuro y el estilo de esta figura es semejante a otra, pero difieren notablemente del resto de las pinturas de este abrigo.
2.
A catorce centímetros hacia abajo y a seis de la derecha, se encuentra un grupo de seis motivos en zigzag, bastante deteriorado, de color rojo. El inferior y una mancha del mismo color están cortados por un lascado de la roca. Están colocados horizontalmente y guardan un cierto paralelismo.
3.
Debajo del grupo anterior, a veintiséis centímetros, aparece otro grupo de pinturas, formado por una pareja humana y restos de tres barras verticales. La primera figura es masculina y está formada por un trazo axial, que representa cabeza, tronco y sexo del que parten con cierta simetría y arqueados hacia abajo, los brazos y piernas. Podemos situar esta figura en las llamadas figuras de brazos y en asa. La otra figura no presenta diferenciación sexual y está compuesta de un grueso trazo vertical, del que parten dos abultamientos en su tercio superior, con los brazos recogidos sobre lo que podías ser el pecho y otros dos abultamientos en el tercio inferior, incompletos por el lascado de la roca. Este conjunto presenta la misma coloración y estilo que el grupo anterior.
4.
A quince centímetros a la derecha, el grupo segundo contiene una representación esquemática humana, compuesta por un trazo vertical que representa la cabeza y el tronco del que salen dos brazos horizontales identificados con las extremidades. Esta figura es de color rojizo, muy similar a los dos grupos anteriores.
5.
A trece centímetros a la derecha y cinco centímetros más alto que la figura primera, es un esquema muy perdido, ejecutado con el mismo estilo y color rojo oscuro, que la otra. Solo apreciamos una parte de un círculo atravesado por una barra vertical inscrita. Por encima de esta figura, hay restos de manchas del mismo color imprecisas.
6.
A la derecha del tercer grupo, a treinta y seis centímetros, y a diez por debajo, se localiza la última representación esquemática que hemos podido observar. Se trata de los restos, de una posible figura humana, en la que sólo se conservan parte de la cabeza, el brazo izquierdo y parte de la pierna izquierda. El color predominante es el rojo.
7.
Por último y en otra roca, pero dentro del abrigo, a unos dos metros y diez centímetros, se encuentra una larga barra vertical de color rojo.
Los paralelismos y significados podemos encontrarlos en otras pinturas del mismo periodo, en otros puntos del planeta.
En el Abrigo Primero:
La simplicidad del tema pictórico de este abrigo, las barras, nos hace ponerlo en relación con la casi totalidad de los abrigos españoles. A partir de las teorías de BREUIL, se han atribuido a las barras, en la mayoría de los casos, el significado humano, si bien en nuestro caso no podemos llegar a tal afirmación, sino considerarlas únicamente como barras de significación desconocida.
En el Abrigo Segundo encontramos:
1.
La figura primera de este segundo abrigo es la que más problemas plantea por su originalidad, ya que no hemos encontrado paralelismo en la pintura rupestre esquemática española. P. Acosta, la define como bitriangular antropormorfizado internamente y representaría una figura humana femenina.El trazo que une las extremidades del lado izquierdo podemos considerarlo como un adorno personal o un arco.
2.
La representación de motivos en zigzag es muy frecuente en la pintura esquemática, apareciendo por primera vez en el cuaternario. Se han interpretado como representaciones de agua, sobre todo por KÜHN. Podemos aceptar esta interpretación, pero no existe ningún manantial de agua en las cercanías, si hay pequeños aljibes, excavados en la roca.
3.
La representación de parejas es muy frecuente, aunque no se encuentren unidos por ninguna extremidad, podemos considerarlo pareja. La figura de la izquierda es masculina, la de la derecha no presenta claramente sexo, pudiera pensarse que es una representación femenina, por los abultamiento de su parte inferior que podrían ser resto de una túnica o falda larga que no se aprecia con claridad por el lascado de la roca. Ejemplos de parejas humanas, se hallan en Piedra Escrita, en Fuencaliente y en la Tabernera, en la Solanilla del Tamaral.
4.
La figura cuatro, aunque muy deteriorada, podríamos considerarla como la versión circular de las figuras humanas de brazos en asa, que encontramos en el Abrigo tres de la Sierra de la Virgen del Castillo en Chillón y en el panel de la izquierda de las Moriscas de Helecha, en Badajoz. Los escasos restos de la figura seis se consideran como parte de una figura humana de brazos en asa, siendo su paralelo muy abundante.
Estudio arqueológico realizado por el geólogo Carlos León.